No valorar lo que se tiene

Hace poco, visité a una família, y me dí cuenta de lo poco que la gente valora lo que tiene.

Les conozo hace tiempo, y he visto como con los años, ha crecido família, han construido una casa, han tenido sus problemas, sus enfermedades, sus alegrías. Son buena gente, y con valores. Pero si hay algo que no valoran, eso son las propiedades. Y con propiedades no me refiero al dinero, sino al privilegio de tener un techo o coche. Bueno, más bien cuatro o cinco coches.

Sé que tanto la casa como los coches y otras cosas, les ha venido »dado» en la vida. Por lo cual lo ven como algo normal. Sí, son gente normal, que van de compras al hipermercado y no visten marcas. Lo que en España llamaríamos clase media baja. Por lo tanto, no viven deshagogados, pero tampoco pueden quejarse. Y ahí está el tema. Aún así, puedes oírles quejarse. Y es habitual oírles decir que están cansados de una casa tan grande, pues hay mucho que limpiar. O comentan lo mucho que ha subido la factura de la luz, pero luego dsifrutan de un lavavajillas, una secadora y aire acondicionado.

Mientras, a mí todo eso me parece un tanto surrealista. Observo y les observo. Y no puedo más que sonreír. Pues estaría grosero decirles lo que pienso en ese exacto momento. Y tampoco quiero discutir, pues conocciéndoles, y por experiencia previa, acabaríamos discutiendo y no nos pondríamos de acuerdo. Sería un tanto inútil intentar hacerles ver que no todo el mundo puede disfrutar de lo que ellos tienen. Y digo inútil, pues, con los años he aprendido que, en estos casos, muy difícilmente alguien sería capaz de ponerse en la piel del que no tiene o no ha tenido nada o casi nada. ¿Cómo van a entender una situación que desconocen o no han vivido nunca?

Así que, cuando los visito, me gusta ver su casa, y no dudo en dar un paseo por todas las plantas y estancias. Y si me invitan, disfruto de las vistas de la terraza o admiro sus coches, sus quad. Y me maravillo con lo que relucen los suelos, o la de cosas que hay en la cocina, o la cantidad de juguetes que tienen para los niños.

Y me hace gracia, pues me resulta todo un tanto irónico, tanto la situación, como la vida en sí.

Probablemente yo nunca tenga una propiedad como esa o uno coche nuevo propio. Y la vida se empeña en ponermelos por delante, como refriegándomelo, para provocarme envídia. Como una trampa para ver si caigo. Aunque de momento, sólo siento indiferencia. Y me parece increíble las veces que con una maleta de 45×50 he recogido mis ‘propiedades’ para dormir en un albergue. A sabiendas que a muchos, en mi caso, se les caería el mundo encima.

Y veo esa casa, como veo otras, y me parece mentira que sea capaz de tomarme con humor el saber casi con certeza que no vaya a tener una. Y creo que es por eso que cuando veo una casa como esa, me pongo a observar y a apreciar todo lo que esa gente tiene y no valora. Lo primero que veo, es un techo. Y diciendo techo me refiero a la tranquilidad de tener un lugar propio al que siempre puedes ir a parar. La gente no se da cuenta, pero yo por ejemplo, si pierdo el trabajo, al no tener una propiedad, acabo durmiendo en la calle. Mientras que en este caso, sólo con un dinero al año, para pagar la contribución de la propiedad, ya tienen un techo bajo el que dormir, sin pasar frío ni calor. Y luego están los detalles y las comodidades de la casa. Yo por ejemplo, no sé como funciona el lavavajillas o la secadora. Nunca he disfrutado de ello. Y tampoco tengo microondas. Aunque sí, sí sé usarlo, pues en otras casas me he calentado alguna infusión. Y siguiendo con la cocina. Nunca he disfrutado de una que tenga todos los muebles nuevos y brillantes. Normalmente en mi cocina no funciona o no hay extractor y da pena entrar de lo ruinosa que es. Aunque está limpia, muy limpia. ¿Y el suelo? Ese suelo del salón tan brillante con vistas a la terraza? La lámparas nuevas, la televisión de plasma. ¿Y los baños? Yo nunca he disfrutado de un baño con mármol, tan nuevo y reluciente. Vaya, envidia sana. Y no me pregunteis como va el jacuzzi. Sólo estuve una vez en uno, y eso fue en una piscina municipal. Tampoco disfruto de una chimenea. Las chimeneas me gustan. Es un privilegio poder estar ahí, con la mantita sin pasar frío. Y las escaleras. De pequeña viví en una casa con escaleras y me encantaba bajarlas a culetazos. ¿Y el garaje? ¡Qué variedad de vehículos! Creo que no podrían vivir como yo, sin coche. Siempre estoy cogiendo el transporte público. Y sí, en avión de low cost. El trabajo no da para más.

Aunque no me puedo quejar. No todo el mundo viaja como yo. Ni todo el mundo es capaz de dormir en una habitacion con 10 desconocidos. (Con el candado puesto, y un ojo abierto como los gatos) Ni a todo el mundo le va hacer tanta ilusión cuando tenga una iphone. Por eso digo, que me quedo con mis observaciones, con eso y con la suerte de poder ver lo que otros no pueden.

Palabras mías, y palabras compartidas, que también son de muchos otros.

 

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