El ritual de ver fotos con la família y amigos

¿Alguna vez os habeis puesto a ver fotos con la família o los amigos?

Y os preguntareis qué tiene de particular el ver unas cuantas fotos juntos, para que yo me ponga ahora a escribir sobre ello.

Pues tiene de particular que hay muchas formas de ver fotos. Y no me refiero a si las estas viendo impresas en papel o si las estas viendo en formato digital o 3D. Sino que me refiero a la forma en que la gente ve las fotos:

Y yo diría que hay básicamente dos formas de ver las fotografías:

-Están los que las ven muy rápido. Pasan las fotos una a una, a la velocidad de unos segundos por foto. A los más avispados quizás les sobre con unos segundos para captar muchos detalles. Aunque la mayoría sólo se quedarán con la imagen central de la foto, o sea, de la cara del personaje fotografiado. Y de hecho, seguramente, pasadas 4 o 5 fotos, ya no recuerden cómo era la primera.

-Y luego están los que gustan de ver las fotografías detenidamente. Entre foto y foto pueden pasar entre 1 y hasta 5 minutos. La mayoría de éstas personas se quedarán no sólo con la cara del fotografiado, sinó que también con el fondo o paisaje, la ropa, u otros detalles. Y los que pasan a los 5 minutos por fotografía, será sin duda porque habrán estado comentado la fotografía con otras personas que también la estaban viendo en ese momento.

Con esto quiero decir, que tengo definitivamente claro, que el modo en una persona mira una fotografía, define bastante su personalidad.

En mi opinión, aquel que mira las fotografías a foto por segundo, una de dos: o ni las fotos ni la persona que se las enseña le interesan un ápice; o es una persona nada dada al detalle, posiblemente desordenada o dejada, sin imaginación, desinteresada en general y por supuesto, nada interesada en el arte.

Por supuesto, a esto añadiría dos excepciones: quién no ve bien ni con gafas y te está pidiendo a gritos que dejes de enseñarle fotos. Y quién es puramente egocéntrico y narcisista en general. Este último, en apenas unos segundos habrá abandonado las fotografías para hablarte de sí mismo, de sus problemas, de sus logros, de ‘los suyos’, y de sí mismo, de nuevo.

Y luego, como decía antes, está el que mira las fotos detenidamente. Y de este tipo de personas, a mi modo de ver, también hay dos grupos: Los que normalmente pertenecen al grupo de los que miran las fotos con mucha rápidez, pero en este caso advertimos que la miran detenidamente para no perder detalle, ya sea por curiosidad, admiración, o para luego criticar. Estas personas, seguramente se caractrizen por ser básicamente  envidiosas o simplemente curiosas.  Y luego están los que miran cada foto al detalle, para recrearse en tiempos pasados, admirar un paisaje o una situación que les alegra ver o que les gusta, y de la que no quieren perder detalle, o, por la simple costumbre de prestar total interés a la fotografía que el otro con tanto entusiasmo les está enseñando. Este tipo de personas no sólo se caracterizen por preocuparse por los demás, sino que seguramente no sólo tengan gusto por la fotografía sino que son muy detallistas, ordenados y amantes de preservar todo aquello que huele a história y tiempo pasado.

¿Y tú, de qué grupo eres?

Dar la razón como a los tontos: solución a la indiferencia de la mayoría.

¿Nunca os ha pasado tener que dar a alguien la razón, como a los tontos?

A mí me pasa constantemente, día tras día.

Una de las situaciones en la que me encuentro a menudo es: estar hablando con alguien, contándole cualquiera de las cosas del día a día, y a los dos minutos, o ya me están llevando la contraria, o antes de que acabe de hablar, me cortan la conversación, y se ponen a hablar de ellos, o de otro tema. Es como si nunca importara lo que digo yo. Como si lo único que importara es lo que dicen ellos.

Y es curioso, pues, a pesar de que muchísima gente me lo hace, yo nunca jamás recuerdo habérselo hecho a nadie. Solamente recuerdo haber cortado la conversación a alguien, cuando tenía prisa, porque perdía el bus y no podía pararme a hablar. Pero estar sentados o en pie, tranquilamente hablando, y dejar a alguien con la palabra en la boca, nunca lo hago. ¿Porqué voy a no dejar terminar una frase a alguien? Si estamos hablando, es porque nos conozcamos o no, hemos empezado una conversación precisamente para eso, para hablar, para comunicarnos. ¿Porqué dejar al otro con la palabra en la boca? ¿Tan poco importan los demás? ¿Tan importante es nuestro ego? Yo, yo, yo, y yo, sólo yo…

Y otra de las situaciones, con la que me he encontrado a lo largo de los años, es tener que lidiar con alguien, para responder cómo me encuentro, o cómo se encuentra tal o cual familiar, después de una enfermedad. Y, sí, he dicho »lidiar», pues no es la primera vez que la conversación se convierte en un bucle para ver quién ha estado más enfermo, si tú, o la persona que te ha preguntado por tu salud. Sólo falta entonces, que confieses que tuvo que venir la ambulancia, de lo grave que era, para que ellos te contesten: »-Pues yo he pasado una gripe horrible». (¡Como si una gripe se pudiese comparar a ser trasladado en ambulancia al hospital, y encima, poco ni lo cuentas!) Entonces, indignada, le preguntas eso de: »-Ah, ¿sí? ¿Y también acabaste en el hospital?». Y te responde: »-No, pero lo llevo fatal, con unos mocos, y una fiebre’!’. Y entonces tu sigues: »-Vaya, te habrás perdido las tardes en el café, y lo mismo de la fiebre hasta quedaste inconsciente como yo». Y entonces dicen: »-Ah no, al café si que voy cada tarde, pero oye, con unos dolores en el cuerpo! Qué gripe más horrible». Y entonces tú ya das por terminada la conversación. Tú casi te mueres, pero a la persona que te ha preguntado cómo estabas, ahora no sólo no le importa, sino que, sin ni siquiera preguntarte qué te pasó para que te llevasen al hospital, pretende repetirte, una y otra vez, que su gripe ha sido igual de grave que eso, o más. Es entonces cuando llega el momento de darle la razón como a los tontos y decir: »-Pues vaya gripe oye, lo habrás pasado fatal». Ahora, ya da igual lo que te sucedió. Una vez más no importa.

En serio, estoy convencida, que no todo el mundo es así. Aunque creo que sí lo es la gran mayoría. En mi caso, sólo con algunos familiares cercanos, y algún amigo, puedo hablar tranquilamente de la vida, sin dejarnos con la palabra en la boca, sin ironías, escuchando y siendo escuchada.

Me pregunto, si años atrás, más allá del nacimiento de mis abuelos, era así. ¿Es el hombre egocéntrico por naturaleza? ¿Ha ido aumentando el egocentrismo con los años? ¿Ha aumentado también el narcisismo? ¡Pues me niego a pensar que siempre haya sido de tal modo! Resulta frustrante. Aunque, si pienso en alguno de mis abuelos, creo que puedo decir que ellos también han actuado así más de una vez, aunque no recuerde exactamente en qué situaciones.

Y esto me hace recordar una conversación, en la que una persona me comentaba que, dudaba si su presencia, por eso que dicen de »la energía», provocaba que los demás nunca le tomasen en serio. Quizás también haya personas, que por su »energía» provoquen un repentino sentimiento de egocentrismo en los demás. ¿Os lo imagináis? Qué gracioso. Qué curioso, que estar enferma, perder un trabajo, no tener dinero, no poder comprar un piso, que te roben, no tener móvil por no poder pagarlo, conducir un coche viejo, dormir en un albergue … resulte envidioso para alguien y le provoque un ataque de egocentrismo repentino, por el cual, de repente, se pone más enfermo que tú, su trabajo es tan horrible que es peor que no tener trabajo, tener dinero para comer es un problema, tener un piso es peor que no tener techo fijo, tener un iphone y poder compartir la foto del nacimiento de tu hijo es un rollo, comprarse el cuarto coche es un gasto que te agota, dormir en una casa con jardín es peor que hacerlo en un albergue, pues tu casa es muy grande y cuesta mucho limpiarla!

¿En serio?