Campos de alas en primavera

Cuando llega la primavera, allí donde las nieves deshielan, se cubren los campos de un manto verde. Y en las orillas, amapolas.

Y pasadas tres curvas, bajo el puente, corre el agua del río. Y siguiendo el río, cascadas, cascadas, más río, y más río, y luego, girasoles.

Y si andas por detrás de los campos, pasando la arboleda, hay un riachuelo, lleno de piedras de cantos rodados y con el agua muy fría.

Las vacas pastan a la derecha. Y a la izquierda están los campos de manzanos. Manzanas rojas que se recogerán en septiembre. Una a una se recolectarán y se guardarán en cajas viejas de madera, hechas con listones y clavos, y en cajas nuevas, de las de plástico negro. Y cada vez que se llene una caja, se amontonará sobre otra, para llevarlas de tres en tres, en una carretilla, hasta el remolque. Y merendaremos y no marcharemos hasta que se ponga el sol y empiece a oscurecer; para subir al remolque, y volvernos.

Cuando llegue el frío, tenderemos la ropa bajo techo y cortaremos leños. Para subirlos, por la escalera de madera, arriba, y guardarlos para el invierno.

Cuando por las mañanas hiele, con el frío, saldrá humo de nuestras bocas, y veremos correr a los gatos detrás de los ratones.

Cuando nieve, todo quedará blanco. La calle blanca, los campos blancos, las ramas secas de los árboles, marrones, y por encima con un grueso de nieve blanco. Sólo se verán las pisadas sobre la nieve. Se oirá la calma. El cielo, blanco. Y se verá salir el humo de las chimeneas.

El calor del fuego servirá para hacer la comida y para calentarse junto al televisor, o junto a la radio, cuando se vaya la corriente eléctrica.

Y para cuando nos demos cuenta, habrá vuelto la primavera. Y estaremos ansiosos de subir por el camino, que lleva detrás de las casas, y junto al campo, donde detrás de los arbustos, hay unas zarzas que cada año se llenan de moras. Moras rojas, que cuando se vuelven negras tintan muchísimo las manos, pero están riquísimas. Hay que recogerlas, antes de que se las coman el campo de alas. Pájaros. Los frutos del bosque no se le resisten a ningún mirlo o pinzón.

 

España y el mundo, ambos en el medievo del siglo XXI (presuntamente)

Presuntamente, políticos, banqueros, empresarios, famosillos,monarquías enteras, los nacidos con un pan bajo el brazo, y demás privilegiados, se reparten el pastel. De por medio, presuntamente, escándalos protagonizados por algunos que se hacen llamar religiosos. Y en lo más bajo, presuntamente, recibiendo sus azotes y  pagando ese pastel con el diezmo a un TAE del tropecientos por cien mil; gran parte del pueblo, sin comerlo ni beberlo. Al más puro estilo medieval, y para completar el retrato de clases, de  manos negras y de pucherazos: el plebeyo, presuntamente, más veces por la ambición que por ignorancia, aspiraba a ser marqués. Y negaba la evidencia, y ansiaba tan profundamente, que cerraba los ojos para no reconocer que se estaba metiendo en fiducias.

Presuntamente: dinero a espuertas, declarado y no declarado. Unos lo niegan, otros no tienen más remedio que confesar. Presuntamente: regalos, pagas extra, caprichos, comisiones, monumentos o construcciones tan faraónicas, viables y útiles como la avenida de esfinges de Yul Brynner.

Presuntamente, España da risa, una vez más, antes los ojos del extranjero. Y presuntamente, al contrario que muchos que callan, ésta lanza sus problemas gritándolos a bombo y platillo. Presuntamente, informar y pregonar para destapar el escándalo, culpar y conseguir que se le ponga remedio. Y presuntamente por otro lado, ponerlo en bandeja para que otros aprovechen para cebarse en ello. Contradictorio, sí.

Mientras tanto, presuntamente, algunos aprenden el típico refrán de »aquí no se atan los perros con longanizas» y deciden abrir los ojos a otros, confesando que ese coche nuevo no era suyo, o que estaba más hipotecado que un banco burbujero. Otros, presuntamente, esos que desde otras partes del mundo, aprovechan para cebarse, meten de paso bien metido el dedo en la yaga, para rematar,  en un intento de despistar y alejar las miradas que antes se dirigían a ellos. Sí, en todos lados cuecen habas, y si no son habas son alubias, o cualquier bicho.

Y una vez más, presuntamente desafortunadamente, la historia del mundo se repite, con otras ropas, pero sin contar nada nuevo.

Agradecimientos: Al hombre que añadió un presuntamente a las palabras de la señora junto al portal de su casa.